LAS FAMILIAS LECTORAS ILUSTRAMOS UN CUENTO
Para el Día de la Paz les propuse una tarea a las FAMILIAS LECTORAS. Les envié un cuento titulado el Dragón Borek y haber que tal...
La acogida de la actividad fue estupenda, participaron un montón de papás, mamás, hermanos, cuñados, etc.
El cuento es el siguiente:
EL DRAGÓN BORECK
Llegó el día. El joven dragón Brodek tendría
que elegir su bando, y convertirse en un dragón de la noche o en un dragón de
la luz. Ambos grupos, enemigos naturales, se odiaban a muerte, y cada dragón,
al llegar su tiempo, tenía que escoger uno de los bandos y formar parte de su
ejército.
Casi todos se decidían siendo aún pequeños, y
se entrenaban durante años, antes del cambio definitivo. Pero Brodek no lo
tenía claro. Y ya no le quedaba tiempo. Al amanecer, sus alas se cubrirían con
el azul de la noche o el dorado del sol, y permanecerían así para siempre, y
todo su ser odiaría al sol o a la luna sin poderlo remediar. Era el precio del
mágico y funesto don de escupir fuego.
Por eso Brodek había ido a pensar al bosque,
donde esperaba encontrar una respuesta. Pero allí, sentado, en el silencio de
la noche, no había respuestas. Sólo una luna llena blanca y preciosa, con
pálidos brillos de plata. Y el viento en las hojas de los árboles, más suave y
frío que de constumbre, como despidiéndose del joven dragón. Y la noche, una
noche profunda llena de estrellas lejanas... Por nada del mundo quería Brodek
convertirse en un dragón de la luz para odiar toda esa maravilla, y sintió cómo
sus alas comenzaban a teñirse lentamente con el color de la noche.
Pero la noche fue perdiendo fuerza para dar
paso a las primeras luces del alba. Era ese uno de los momentos favoritos del
dragón, y disfrutó de los tonos rosados del cielo, del suave calor del primer
rayo de sol en la cara, de los brillos de cristal y fuego en las aguas y de la
alegría que despertaban en el bosque los primeros cantos de los pajarillos...
No, tampoco quería ser un dragón de la noche para odiar tantísima belleza.
Y antes de que las lágrimas inundaran sus
ojos, antes incluso de saber cuál era el color definitivo de sus alas, Brodek
voló hasta la laguna, se sumergió cuanto pudo en ella para calmar su sed de
paz, y voló hacia el cielo, tan alto como pudo, como tratando de escapar de la
injusta tierra y de su cruel destino. Y cuando estuvo tan lejos que el frío le
impedía mover las alas, abrió la boca para soltar su gran llamarada, como
queriendo gastarla completamente, o no haberla tenido nunca.
Pero en lugar de fuego, de su boca surgió una
finísima capa de escarcha que cubrió los campos, como si su deseo de paz y el
agua de la laguna hubieran obrado un milagro. Y sólo entonces descubrió que no
sería un dragón de la noche, ni un dragón de la luz, pues una de sus alas
pertenecía a la luna, y la otra la sol.
Y cada cierto tiempo, Brodek vuelve a decorar
los campos con su mágico aliento escarchado, como queriendo recordar al mundo
que no es necesario elegir entre el día y la noche cuando no se sabe odiar.
Después hicimos un mural en el que íbamos a exponer todos los trabajos, y así lo hicimos
Si queréis ver el resultado, pinchad en el siguiente enlace.
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